Aprendiendo a valorar las cosas
1 Corintios 2:12
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo
sino el espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia
él nos ha concedido
Cierto que las
cosas que obtenemos en la vida no son tan valiosas como el amor, la
comprensión, el afecto, la armonía, la estabilidad, etc., pero eso no significa que seamos apáticos
hacia el cuidado y valor que se debe de tener a lo que se ha obtenido con
esfuerzo y sacrificio por otros o por nosotros mismos. Quizás esto sea un
problema en la familia, empresa, institución; entre la gente que ha sido parte
vital para lograr obtenerlas y entre aquellos que solo pretenden hacer uso de
ellas.
Frases como las
siguientes nos llevan a entender la problemática de la que hago mención: “aquí
nadie valora mi esfuerzo en obtener ciertas cosas que tenemos en casa, porque a
ustedes no les costó nada” ó “”nadie cuida lo que no le ha costado” ó “te
enojas conmigo, pero no con mis cosas” ó “no mantienen la casa limpia porque
ustedes no la limpiaron”, etc. Todas estas frases dan a entender que solo
valora las cosas que se alcanzan aquellos que pusieron empeño, tiempo,
dedicación y esfuerzo para adquirirlas; mientras que la otra parte tiende a no
apreciar y a no cuidar lo que otros ponen a su alcance. Ante ello, les comparto
una ilustración que nos dará más luz acerca de este tema, agradezco a la
persona que hizo favor de enviarme este material:
Estaba un hombre a la orilla del camino sentado
en una piedra, bajo la sombra de un frondoso árbol. Se le miraba triste,
meditando cabizbajo; casi, casi a punto de soltar el llanto. Así lo encontró su
compadre, quien al verlo en tales fachas, le preguntó cuál era el motivo, para
que él se encontrara en situación tan deprimente.
- Compadre, ¡la desconsiderada de tu comadre!
Ella es la culpable de mi situación.--No diga eso compadre, mejor dígame, a lo mejor te puedo ayudar a
encontrar una solución al problema. El compadre, después de respirar profundo y conseguir la calma, empezó
su relato...
-Mira compadre, tú sabes que somos muy pobres y
en mi humilde rancho la única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo
de carne que consigo en el monte cuando salgo de cacería. Me voy con mi
escopeta, paso varios días de penalidades, arriesgándome con los peligros del
monte, esquivando víboras y tigres, soportar la terrible comezón que me
producen las garrapatas, los piquetes de moscos. Aguantar cómo se me mete, hasta los huesos,
el frío de las noches. Luego, por fin, si la suerte me socorre y logro cazar un
venado, todavía tengo que cargarlo en mis espaldas todo el largo camino de
regreso al rancho y subir la cuesta de la loma hasta llegar a mi casa. Todavía no termino de
llegar cuando aparece mi señora con el cuchillo en la mano e inmediatamente
empieza a repartir el venado entre los vecinos y sus familiares. Que una pierna pa'
doña Juana, Que otra pa' doña Cleo, Que este lomito pa' mi mamá, que esto
pa'llá, Que las costillitas para mi hermana y a los dos o tres de nuevo sin
nada que comer y ahí voy de tonto otra vez de cacería. ¡Pero ya me cansé y esta
noche mínimo la desmechoneo!
El compadre de aquél pobre desdichado, después de
meditar un momento, le dio la solución: --Invita a tu mujer a cargar el venado.
--¿¡Qué!? -Sí, llévate a la comadre de cacería, nomás no le digas las penurias que pasas para llevar el venado a tu casa . Mejor píntasela bonito. No le hables de caminos empedrados, ni de los bichos, ni los peligros, ni del frío ni el calor. Dile que la invitas a la cacería para que los dos disfruten juntos de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que te cobijan en la noche, De los manantiales cristalinos que reflejarían románticamente sus imágenes, de la graciosa manera en que camina el venado, del dulce canto de los grillos y los pajarillos silvestres, en fin, píntale bonita la cosa.
--¿¡Qué!? -Sí, llévate a la comadre de cacería, nomás no le digas las penurias que pasas para llevar el venado a tu casa . Mejor píntasela bonito. No le hables de caminos empedrados, ni de los bichos, ni los peligros, ni del frío ni el calor. Dile que la invitas a la cacería para que los dos disfruten juntos de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que te cobijan en la noche, De los manantiales cristalinos que reflejarían románticamente sus imágenes, de la graciosa manera en que camina el venado, del dulce canto de los grillos y los pajarillos silvestres, en fin, píntale bonita la cosa.
El compadre siguió el consejo. Por supuesto la
convenció. La
mujer, entusiasmada, se fue con la falda larga hasta el tobillo, poco a poco se
le desagarraba con las púas en el camino y al cruzar el primer
"aguamal" se redujo a minifalda porque la prenda quedó desgarrada. Se le pegaron por todo
el cuerpo garrapatas y bichos. El fuerte sol le quemó la piel. El pelo se le maltrató:
le quedó tieso como estropajo. Las manos llenas de ampollas y llagas que se le
hicieron al abrirse paso entre el espeso monte. Toda vuelta polvo y sin aliento, estuvo a
punto de sufrir un infarto al toparse con una enorme víbora. Por fin, después de
tantos martirios, encontraron al venado. El hombre sigiloso se acercó a su
presa, y localizó el blanco justo para liquidar al escurridizo animal. ¡Bang! Y
el venado cayó muerto. La mujer no cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había
terminado, pero no era así.
-Ahora, mi amor, quiero que cargues el venado
para que veas lo bonito que se siente - le dijo el hombre masticando con una
expresión rabiosa en cada una de sus palabras. La mujer casi se desmaya ante la mirada
asesina de su marido, pero ante la desesperación por regresar a su casa no tuvo
aliento ni para replicar, cargó el venado en su espalda hasta su casa. Vuelta nada, casi
muerta con las piernas temblando, jadeando y a punto de reventarle el corazón,
llegó y tiró el animal en la sala de su casa. Sus pequeños hijos y sus vecinos, salieron
a recibir a la pareja de cazadores y acostumbrados a la repartición, gritaron
los niños a su mamá con alegría:
-¡¡Mamá, mama!! Vamos a repartir el venado, la
mamá de Huguito está esperando por una pierna del venado!!!. La mujer tirada en el
piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con los ojos
inyectados de sangre volteó a ver a los niños y agarrando aire hasta por las
orejas, les gritó: ¡¡¡
Este venado no me lo toca NADIEEEE !!! El que toque este Venado lo
Mato!!!!!!!!!!!y tú Huguito, ve y dile a tu mamá que si quiere venado, vaya con
tu papà a casarlo!!
REFLEXIÓN
1.
Para valorar el
esfuerzo ajeno y respetar la real dimensión del trabajo de los demás, todos
debemos aprender a "cargar el venado", ¿estás
dispuest@ a tomar esta perspectiva en tu vida a partir de hoy?
2.
Muchos tienen
riquezas, empresas y comodidades porque durante años cargaron muchos venados para
llegar a donde están ahora, ¿valoras lo que
has logrado a través de los años de esfuerzo y dedicación?
3.
Y muchos otros como la
comadre del cuento siempre esperan a que llegue el vecino, el amigo, el
conocido o el desconocido con el venado a cuesta para caerle y desgarrarlo, sin
importar el esfuerzo que les ha costado conseguirlo, ¿has
tenido conflicto en sentir que otros no valoran tu trabajo, esfuerzo y logros?
4.
La experiencia
adquirida con el paso de los años nos ha enseñado.
Que solo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de nuestro arduo trabajo, que solo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor y sacrificio, ¿aprenderás a valorar aquellas cosas que han puesto a tu alcance aunque no hayas intervenido de manera directa en obtenerlas?
Que solo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de nuestro arduo trabajo, que solo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor y sacrificio, ¿aprenderás a valorar aquellas cosas que han puesto a tu alcance aunque no hayas intervenido de manera directa en obtenerlas?
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Pastor Oscar
Correo: oscarhp07@hotmail.com
Invitaciones a conferencias/seminarios
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