Somos transformados
1 Juan 1:9
Si confesamos nuestros pecados, Dios, que
es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.
Muchos
de los cristianos olvidan que el hecho de haber recibido la nueva naturaleza no
elimina la vieja naturaleza con la cual nacieron. La transformación es real y completa en Cristo, pero la declaración del
apóstol Pablo descrita en su segunda carta a los Corintios 5:17 no está
implicando que la esencia de la carne quede liquidada de nuestras vidas.
La vieja naturaleza que
tiene su origen en el nacimiento físico de todos los seres humanos, lucha
contra la nueva naturaleza que recibimos cuando reconocemos a Jesucristo como
nuestro único y suficiente salvador1.
No existe ninguna clase de autodisciplina, ni ninguna serie de reglamentos
establecidos por el hombre que puedan controlar a esta vieja naturaleza. Solo
el Espíritu Santo puede capacitarnos para hacer morir los deseos de la carne: Así que, hermanos, deudores
somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a
la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis2. El mismo Espíritu Santo es el que produce sus
frutos en nosotros: Mas
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley3, algunos llaman a este proceso como Santificación, mismo que continúa a
diario para cada creyente durante toda su vida.
Las estadísticas nos muestran que existe un frecuente fracaso
ante el pecado por causa del encubrimiento del mismo o por una deliberada forma
de practicarlo. El apóstol Juan sabía esto y tiene que aclarar la situación,
pues al parecer, muchos tomaron de manera simple y a conveniencia el hecho de que
Dios siempre estaría dispuesto a perdonar su pecado, ni importaba si lo hacían
de manera frecuente o deliberada. Ante ello manifiesta que se debería de tener
en cuenta y de manera muy seria el no entrar en la esfera del pecado no
perdonable descrito en el capítulo 5 de esta misma carta, y que el día de
mañana será tema de nuestro devocional.
A cambio de ello nos
ofrece dos alternativas positivas con respecto a la forma de enfrentar nuestros
pecados:
1.
Podemos
confesarlos.- nuestra
texto central nos dice: que si confesamos nuestros
pecados, la confesión es la primera
respuesta de forma inmediata cuando el Espíritu Santo nos redarguye ante
nuestro pecado.
2.
Un
arrepentimiento genuino.- éste
debe de ser profundo, sincero y genuino. Debe de implicar reconocer nuestras
faltas y al igual que el rey David estar dispuestos a no volver a cometerlos.
Dios no soltará su perdón a menos de que vea en cada individuo la total
sinceridad de su arrepentimiento que lo lleve a renunciar a su vida de pecado e
iniciar una nueva vida a través del evangelio de Jesucristo. Todo pecado
repetido de manera consciente y deliberada, nos aleja de la oportunidad de ser
regenerados por el Poder de Dios.
CONCLUSIONES
Conquistar
el pecado significa que no pensamos en la confesión del mismo como una cinta de
correr circular en la que uno no está dispuesto a abandonar a la maldad.
El
crecimiento hacia la madurez puede representar un pequeño paso ue nos conduzca a la obediencia hacia
Dios.
El
arrepentimiento genuino consiste en un cambio de mentalidad, mismo que nos
conducirá a desarrollar una vida diferente a través de los Principios de Dios.
Seamos
transformados para ser salvos; ante esto,
debemos de estar conscientes de
que sin confesión ni arrepentimiento, no podemos llegar a esta esfera
espiritual.
REFLEXION
1.
Muchos de los cristianos olvidan que el hecho de haber
recibido la nueva naturaleza no elimina la vieja naturaleza con la cual
nacieron, ¿batallas internamente por
causa de tus dos naturalezas?
2.
La transformación es real y completa en Cristo cuando manifestamos un real
arrepentimiento, ¿consideras
que en tu vida se ha operado tal transformación que te da vida y salvación?
3.
Solo el Espíritu Santo puede capacitarnos para hacer
morir los deseos de la carne, ¿colaboras
con él para vencer el pecado en tu vida?
4.
Las
estadísticas nos muestran que existe un
frecuente fracaso ante el pecado por causa del encubrimiento del mismo o por
una deliberada forma de practicarlo, ¿hay algún pecado en tu
vida al que tengas que renunciar para seguir avanzando en el proceso de tu
santificación?
1Gálatas 5:16-18
2Romanos 8:12-13
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Pastor Oscar
Correo: oscarhp07@hotmail.com
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