La enseñanza de Sara
Génesis 12:10-18
Y sucedió que cuando se acercaba a Egipto, dijo a Sarai su
mujer: Mira, sé que eres una mujer de hermoso parecer; y sucederá que
cuando te vean los egipcios, dirán: "Esta es su mujer"; y me matarán,
pero a ti te dejarán vivir. Di, por favor, que eres mi hermana, para que
me vaya bien por causa tuya, y para que yo viva gracias a ti.
La
pregunta de los 64 mil es: ¿fue Sara esposa de Faraón? Este pasaje nos narra
que ella fue traída al palacio y presentada ante el monarca. Según sus
servidores, Sara si reunía los requisitos para llegar a ser la esposa del
Faraón.
Podemos
observar que la estrategia de Abram no estaba resultando, pues solo pensó en
salvar su vida e integridad, pero el decir que Sara era su hermana, la puso en
el pedestal de un riesgo para ser elegida como una de las futuras esposas del
hombre más importante en Egipto.
El
texto nos dice que el Faraón le otorgó muchos bienes a Abram como parte de la
dote matrimonial: Y éste trató bien a Abram
por causa de ella; y le dio ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y
camellos. Al parecer en ese entonces
era la manera de honrar al familiar de la doncella por el hecho de pasar a ser
la esposa de quien daba esta honra.
En
la versión 60 dice con respecto a esto así: ¿Por qué
dijiste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer?
Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete. En esta versión nos da a entender que Sara
estuvo a punto de ser tomada como mujer de faraón. Pero en la versión hebrea
este versículo dice: la tomé
por mujer.
Hemos
de saber que para los judíos existen dos leyes: la ley escrita (la Torá) y la
Ley oral. Esta última, que es tan reconocida para ellos como la Ley escrita,
nos da a conocer exactamente lo que pasó con Sara y Faraón, y ahora lo narro:
El
faraón se dio por satisfecho y entregó a Abram, responsable de Sara por ser su
hermana, la dote matrimonial: ganado, siervos, oro, plata, sirvientes reales y
el mejor regalo de todos, se le otorgó la propiedad de la tierra de Gosén para
que se asentara en ella, y todo a cambio de Saraí, su hermana.
Eso
significó que Sara quedó transformada, de pronto, en una de las esposas de
faraón, porque su dote había sido pagada legalmente. Al día siguiente el faraón
la tomaría por mujer, pero legalmente ya lo era, por el pago de la dote.
Abram
fue sacado por los guardias a su nueva residencia y Sara quedó sola en la
recámara real, esperando el momento de ser tomada por el monarca. Mientras la
conducían, pidió hablar unas palabras a solas con el faraón. ¿Qué estaba
haciendo Sara? Había decidido contar la verdad de su historia a fin de que el
matrimonio no fuese consumado y evitar que la desgracia cayera sobre ella,
sobre su esposo Abram y la promesa que el Eterno le había dado.
Su
honor, dijo Sara, tengo que confesarle la verdad. Soy una mujer casada y el
hombre que me acompaña es mi esposo, guardamos este secreto por miedo. Esto a
mi no me interesa en lo absoluto, dijo el monarca. Mañana estarás en mi cámara
privada, por las buenas o por las malas, y se marchó.
Ya
en su habitación nupcial, Sara derramaba su alma delante del Eterno y decía en
su plegaria: Soberano del Universo, Tu sabes que abandonamos nuestra tierra y
nuestra casa por obedecer Tu voluntad. Abram salió sin saber a dónde iba,
confiando solamente en Tu promesa de que nada malo le ocurriría y yo salí
sosteniéndome por la misma fe.
Y
el Eterno le habló diciendo: lo sé hija mía, lo sé. He oído tu clamor y te
prometo que no les pasará nada que lamentar. ¿No has visto el ángel con una
vara junto a ti? En cuanto des la orden y digas: golpéalo, le caerá encima al
faraón y todo su séquito.
Sin
perder tiempo, Sara dio la orden y el ángel salió, vara en mano e hirió al
faraón y a todos sus príncipes y sirvientes con terribles llagas. Al indagar la
causa, el faraón comprendió que era un juicio divino por su intención de tomar
a Sara como su esposa para consumar el matrimonio.
Inmediatamente
la llamó a su trono y ordenó que fuera liberada de todo compromiso matrimonial
y además, hizo llamar a Abram y le entregó su esposa diciéndole: toma tu mujer
y vete inmediatamente, y le dio por encima de todo lo que le había dado
previamente, más regalos, incluso, le otorgó una de sus hijas, llamada Hagar
para que fuera sierva de Sara.
CONCLUSIONES
La
enseñanza de Sara:
Debemos de confiar siempre en
la Providencia Divina.
La fe en Dios no contradice
nuestra responsabilidad para resolver problemas.
Al final, siempre, siempre
debemos de decir la verdad, aunque a muchos no les agrade nuestra postura.
Las hijas de Israel, y las
mujeres en Cristo deben de evitar caer en los lazos de la inmoralidad.
Las cosas que nos acontecen
hoy, si hacemos la voluntad del Eterno, repercutirán para bien a nuestra
descendencia.
Si pasamos las pruebas, seremos
prosperados (Gén 12:9)
REFLEXION
1. Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por
el camino más complicado, ¿te cuesta trabajo
manifestar siempre la verdad en tu diario vivir?
2. Solo la verdad os hará libres, ¿hay mentiras en tu vida
que te esclavizan?
3. Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la
mentira, ¿tomas como desafío el hacer la verdad algo esencial en tu
existir?
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Pastor Oscar
Correo: oscarhp07@hotmail.com
Invitaciones a conferencias/seminarios
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