El arte de saber escuchar
Santiago 1:19
Recuerden esto, queridos hermanos: todos
ustedes deben estar listos para escuchar; en cambio deben de ser lentos para
hablar y para enojarse.
Es claro entender que al tener dos oídos y una boca, ésta
última debe de tener en cuanto a la proporcionalidad la tendencia a hablar la
mitad de lo que sus oídos escuchan. El dr Thomas Ansembourg dice que la gente
no sabe escuchar, pues suele dar muchos consejos, soluciones, solemos decirle
al otro lo que debe de hacer, pero que somos incapaces de escuchar.
Saber escuchar significa aprender a cerrar la boca.
Muchos padres de familia creen que están escuchando a sus hijos, cuando en
realidad les están bombardeando con sus consejos. Muchos jefes de empresas o
directores de escuela creen escuchar a los trabajadores, cuando la realidad es
de que solo les interesa dar órdenes a cerca del trabajo a realizar en la
jornada. Muchos cónyuges creen escuchar a su pareja, cuando la realidad es que
solo quieren manifestar sus razones para sentirse satisfechos de pensar que
tienen la verdad.
Escuchar es dejar que el otro se exprese con libertad,
aguantando la incomodidad que pueda suponernos por lo que nos critica, reprocha
o aconseja. Se trata de escuchar lo que nos quieren hacer entender sobre los
efectos que genera nuestra relaciona con esa persona, como padres e hijos o
viceversa, entre conyuges, director y trabajadores y viceversa, etc.
Cuando no se hace el esfuerzo de atender al otro,
reaccionamos, saltamos, gritamos enseguida y por lo regular es para ponernos a
la defensiva, lo que rompe el vínculo de la comunicación. Quizás el gran
problema de todo esto es que no hemos llegado a la comprensión de que somos
llamados a estar listos para escuchar antes de hablar. Que debemos de entender
que no podemos pedir que nos escuchen los demás, sino somos capaces de
escucharlos a ellos también. Que somos
desafiados a ser lentos, pero muy lentos para hablar y estar más prestos para
escuchar.
Te comparto cinco consejos para reafirmar lo que hoy la
Palabra nos desafía a hacer:
Abre
tu lenguaje corporal. Tu lenguaje corporal
revela si estás o no interesado en una historia. Una simple sonrisa y un
asentimiento ocasional mostrarán que estás interesado e involucrado con lo que
la otra persona dice, pero sobre todo trata siempre de que tu mirada esté
conectada con la mirada de quien está hablando.
Mantente
involucrado. Si estás en un lugar muy lleno y ocupado, enfócate
más en la persona con la que estás hablando y menos en lo que sucede a tu
alrededor. De la misma manera, cuando estás hablando por teléfono, dale la
espalda a tu computadora y bríndale a la persona toda tu atención. Cuando te
distraes con la tecnología, haces sentir a las personas que son poco
importantes.
Resiste
la necesidad de interrumpir. Puede serte tentador terminar
la oración de la otra persona para demostrar que entiendes el mensaje, pero
esto puede parecer grosero de tu parte. Escuchar construye confianza. Si
interrumpes a alguien -aunque tus intenciones sean buenas- se le niega la
oportunidad de expresar sus sentimientos y emociones. Para asegurarte que no interrumpirás,
siempre páusate unos cuantos segundos antes de responder.
Haz
preguntas. La palabra más poderosa en una conversación es: Cuéntame.
Las personas se sienten bien cuando les haces preguntas pertinentes y
escuchas activamente sus respuestas. Si tomas un interés activo en la vida de
los demás, se te regresará el favor.
Practica
el escuchar empáticamente. Escucha no sólo con tus oídos,
sino también con tus ojos y corazón. No tienes que estar de acuerdo con la
persona, pero sí imagina cómo se siente. Ponte en los zapatos de tu
interlocutor para comprender completamente su punto de vista.
Desafortunadamente, la mayoría de las personas no escuchan para
comprender, sino simplemente para responder. No te enfoques en lo que dirás
después; esto te distrae de la conversación.
CONCLUSIONES
Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar. Para saber hablar es preciso saber escuchar.
Valor es lo que
se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para
sentarse y escuchar.
Una persona
aburrida es la que habla cuando deseas que te escuche.
Si quieres ser
sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a
responder serenamente y acallar cuando no tengas nada que decir.
REFLEXION
1.
Lo mejor para motivar a
una persona es escucharla, ¿sueles ser ese alguien que motiva a los demás al saber
escucharlos?
2.
La proporción entre dos
oídos y una boca es de 2 es a uno, ¿sueles más
escuchar que hablar?
3.
Lo más importante en la
comunicación es saber escuchar lo que no se dice, ¿tienes la atención de saber escuchar
cuando alguien te está hablando?
4.
Escuchar detenidamente
te hacer ser una persona especial, pues casi nadie lo hace, ¿tomas el
desafío de ser esta persona especial?
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Pastor Oscar
Correo: oscarhp07@hotmail.com
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