¿Haraganes en la familia?
Proverbios 6:6-8
Ve a la
hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; La cual no teniendo
capitán,
Ni gobernador, ni señor, Prepara en el
verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.
La gente que se
convierte a Cristo tiene que aprender a vivir como se vive en Su Reino, es
decir, no solo en conocimiento de la Palabra, sino en la aplicación de la misma
a través de los Principios que rigen en el Reino de Dios. La vida de los
cristianos va a tener un giro importante en la medida que éstos busquen vivir
bajo esos Principios que les permitirán desarrollarse como gente de Reino.
Salomón nos da
la pauta de un principio que tiene que ver con el hecho de no vivir en medio de
la pereza. “Ve a la hormiga”, “analiza a la hormiga”, “examina a la hormiga”,
“aprende de la hormiga”… ¡que ella no es perezosa!
El ser un
haragán no debiese ser con lo que un hijo de Dios sea conocido o identificado.
Desafortunadamente la haraganería se promueve desde el seno del hogar, en donde
los padres permiten que sus hijos se conviertan en eso, al no exigirles el
cumplimiento de su deberes dentro y fuera de la casa.
Un haragán es
un tremendo holgazán que rehúye del trabajo, del estudio, de sus
responsabilidades, de sus compromisos, de sus tareas, de sus ministerios, etc.
Los haraganes producen más haraganes. Un haragán puede persuadir a otros a ser
como él. La manera de exterminar con este mal,
no es solapando a quién no cumple con sus responsabilidades, sino el de
exigirle y motivarlo a desarrollar con eficacia sus compromisos.
Te coparto una
fábula acerca de la abejita haragana:
Había una vez
en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles
uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para
convertirlo en miel, se lo tomaba del
todo.
Era, pues, una
abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba el aire, la abejita
se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba
con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta
del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena,
volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se
mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el
alimento de las abejas recién
nacidas.
Como las abejas
son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana
haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que
están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas
suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado
porque han perdido todos los pelos al rozar contra la puerta de la
colmena.
Un día, pues,
detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar,
diciéndole: —Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas
debemos trabajar.
La abejita
contestó: —Yo ando todo el día volando, y me canso
mucho.
—No es cuestión de que te
canses mucho —respondieron—, sino de que trabajes un poco. Es la primera
advertencia que te hacemos. Y diciendo así la dejaron
pasar.
Pero
la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas
que estaban de guardia le dijeron: —Hay que trabajar,
hermana.
Y ella
respondió en seguida: — ¡Uno de estos días lo voy a hacer! —No
es cuestión de que lo hagas uno de estos días —le respondieron—, sino mañana
mismo. Acuérdate de esto. Y la dejaron
pasar.
Al anochecer
siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita
exclamó: — ¡Si, sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he
prometido!
—No es cuestión de que te acuerdes
de lo prometido —le respondieron—, sino de que trabajes. Hoy es diecinueve de
abril. Pues bien: trata de que mañana veinte, hayas traído una gota siquiera de
miel. Y ahora, pasa. Y diciendo esto, se apartaron para dejarla
entrar.
Pero el veinte
de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el
sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío. La
abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que
estaría allá adentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de
guardia se lo impidieron.
— ¡No se entra! —Le dijeron
fríamente. — ¡Yo quiero entrar! —Clamó la abejita—. Esta es mi
colmena. —Esta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras le
contestaron las otras—. No hay entrada para las haraganas.
— ¡Mañana sin falta voy a
trabajar! —insistió la abejita. —No hay mañana para las que no trabajan—
respondieron las abejas, que saben mucha filosofía. Y diciendo esto la
empujaron afuera.
La abejita, sin
saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se veía apenas.
Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el
aire frío, y no podía volar más. Arrastrándose entonces por el suelo,
trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían montañas, llegó
a la puerta de la colmena, al tiempo que comenzaban a caer frías gotas de
lluvia. — ¡Ay, mi Dios! —clamó la desamparada—. Va a llover, y me
voy a morir de frío. Y tentó entrar en la colmena. Pero de nuevo le
cerraron el paso.
— ¡Perdón! —Gimió la abeja—.
¡Déjenme entrar! —Ya es tarde —le respondieron. — ¡Por
favor, hermanas! ¡Tengo sueño! —Es más tarde aún. — ¡Compañeras, por
piedad! ¡Tengo
frío! —Imposible.
— ¡Por última vez! ¡Me
voy a morir! Entonces le dijeron: —No, no morirás. Aprenderás en una sola
noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete. Y la echaron.
CONCLUSIONES
Ser parte de la haraganería es ir en pos del fracaso.1
Los haraganes ni trabajan y
ni producen.2
Los principios acerca de la diligencia y del trabajo
deben de ser parte esencial en la vida de todo aquel que está en Cristo.3
El no trabajar y cumplir con lo que nos corresponde en
todas las áreas de nuestra vida, habla muy mal de la persona, de su familia y
de su Iglesia.4
REFLEXION
1. Los haraganes están perjudicando la vida en sociedad
de la comunidad y de las Iglesias, ¿cómo está tu
condición en tu trabajo, estudio y ministerio?
2. Para los haraganes es muy molesto hablar acerca del
cumplimiento en todo lo que se le encomienda, ¿sueles
cumplir en toda encomienda, así como lo hace una hormiguita?
3. Las hormigas nos enseñan en su desempeño laboral:
orden, disciplina, diligencia y cumplimiento, ¿consideras
que estas cualidades deben de estar en ti a partir de hoy para un mejor
desarrollo y alcance en todo lo que emprendas?
1Proverbios
10:4-5
2Proverbios
12:24
3Proverbios
18:9
4Proverbios
24:30-34
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Pastor Oscar
Correo: oscarhp07@hotmail.com
Invitaciones a conferencias/seminarios
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